lunes, 1 de diciembre de 2008

OLAS


Desde que no cuido de nadie me cuesta dejar que me cuiden.


Me lanzan salvavidas desde cubierta pero no me agarro a ellos no sea que me arrastren hacia el fondo.
El oleaje no es demasiado fuerte, pero llevo tanto tiempo nadando y estoy tan cansada que las olas me superan con facilidad y trago mucha agua.

La próxima vez que me meta en el agua procuraré estar más en forma

lunes, 17 de noviembre de 2008

¿Por qué te casaste conmigo?


Tira con fuerza las llaves sobre la mesa de cristal. Cada día lo hace y cada día discute con Patricia por lo mismo. ¿Cuándo se va a dar por vencida? ¿Qué es lo que no entiende? Con lo clarito que se lo ha dicho millones de veces, tantas como ella le ha recriminado el gesto, que no piensa dejar de lanzar las llaves sobre la mesa, que le da igual que la mesa se ralle, que no hace falta que le recuerde cuánto costó la mesa, que por si no se acuerda la mesa la pagó él como todo lo que hay en la casa, que le gusta tirar las llaves tanto como a ella le disgusta que lo haga, que le importa un bledo la mesa. Mira, mira como las tiro otra vez. Las tiro porque me da la gana, porque me sale de los cojones. Me paso el día trabajando como un negro para que tengáis de todo y cuando llego a casa no puedo ni dejar las llaves donde a mi me da la gana. Si es que estás pendiente de lo que hago, estás esperando que llegue para meterte conmigo ¿Tanto te molestan las llaves? Llego reventado, me he pasado el día de pié, en el taller, pendiente de todo y el único rato que me he sentado ha sido para llamar a un cliente que me ha devuelto un cheque. Que pasado mañana es fin de mes, por si no te acuerdas. No, de eso si que te acuerdas, de otras cosas no, pero de eso sí, eso no se te olvida. Nunca ahorras, siempre gastando y siempre quejándote de que tenemos poco dinero. Que si Maruja y Teófilo se han comprado esto y que si Rómulo y Constanza fueron el domingo a comer no sé dónde. Tienes un agujero en la mano y muchos aires de grandeza. Siempre te parece mejor lo de los demás, siempre me echas en cara lo que no tenemos, nunca estás contenta. SI es que yo lo hago todo mal. Con lo tonto que soy, no sé porque te casaste conmigo.

miércoles, 30 de enero de 2008

HIPO


Cada día, cuando suena el despertador, Elvira tiene que luchar contra la tentación de quedarse en casa. Si, ya sé que estáis pensando que se trata de pereza y que intentar darle otro nombre es vanagloriarse de problemas de más calado que los que afectan a los demás.
Pero es que esa es la verdad: Elvira quiere quedarse sola en casa, y no precisamente para vivir disparatadas aventuras como las del protagonista de la peli. Elvira se aísla del mundo con la misma facilidad y con el mismo aire furtivo con la que un alcohólico entra en un bar y pide una copa. O con la misma dificultad culpable, pero sin saber cómo vencer la tentación, la adicción a una soledad compensatoria después de tanto desvivirse por los demás, de tanto vivir sus vidas, a su gusto, como ellos querían, de tanto intentar hacerlos felices a toda costa.
Quedarse sola es la única manera que conoce de ser ella misma, de dejar de pensar, de dejar de mosquearse con todo el mundo, de ofenderse por nimiedades, de estar tan hacia fuera que se le olvida que tiene adentros. Quedarse sola es quedarse tranquila.


Cuando su compañero Fabio, en el trabajo, le pide favores con cara de madona al pié de la cruz y acompaña su petición con el relato de algún que otro problema gravísimo (¡Me ha llegado un cargo de 16 euros que no esperaba!) se ofende como si la mayor tomadura de pelo jamás imaginada amenazara su integridad, como si el victimismo de Fabio fuera una ofensa personal de dimensiones extraordinarias. La ira y el enojo se apoderan de ella y ya no puede dar marcha atrás. Y cada frase de Fabio es una pieza del ”tetris” que Elvira gira y cambia de lado para acomodarla lo mejor posible a su ofensa. Y cada vez las piezas encajan mejor.

Y cuando su padre, Angosto, habla otra vez de lo terrible que es hacerse viejo, cuenta una de sus repetidas anécdotas de juventud (Perea, un compañero de la mili, que no se quemaba con la comida y nadie quería compartir ración con él), se empeña en hacerse el gracioso con una de sus bromas mil veces repetidas y mil veces rechazadas o saca a relucir su mal carácter para demostrar quién manda en casa, la indignación entra por cada uno de los poros de su piel y le dice que se calle, que no se haga el mártir, o le riñe por su salida de tono.

Y mientras Carlos, su marido, habla por teléfono sin bajar previamente el volumen del tango que suena en su ordenador, Elvira lo desprecia por hacer tan mal las cosas. ¿Es que no sabe que para hablar por teléfono hay que bajar la música? Y Elvira ni recuerda que Carlos es sordo de un oído y que cuando lo tiene ocupado con el auricular del teléfono la música no le molesta porque no la puede oír.

Y enfado tras enfado, y entre cabreo y cabreo, Elvira se queda sola para estar en paz, para que nadie la moleste, la ofenda, la hiera, la contradiga.
Algunas veces hace cosas, reacciona, habla, se comporta de manera que Elvira se da perfecta cuenta de que hace las mismas cosas que Fabio, que Angosto y que Carlos. Y se sorprende de cómo se parece a esos que tanto le molestan. Y se pregunta cada vez como se ha vuelto tan quisquillosa, tan victimista, tan cascarrabias. Y lee libros que le hablan de asertividad y de empatía, de inteligencia emocional y de ecología psicológica; y los entiende.


Más tarde, Elvira se enfada porque Carlos tiene hipo.

lunes, 21 de enero de 2008

DIARIO PERSONAL



A veces (pocas) me dedico a releer los apuntes que he ido anotando durante esta larga crisis personal. Son reflexiones que forman parte de un diario poco ordenado y lleno de urgencias por plasmar y poner en orden mis pensamientos, mis sentimientos, mis emociones...


Escribir ayuda, claro que si. Y también volver a leer lo escrito hace ya tanto tiempo .


Creemos que nuestros problemas no tienen solución, que nadie nos entiende cuando los mostramos como una evidencia y nos intentan tranquilizar o aconsejar.


Hubo un tiempo en que fui feliz. Y, más tarde, hubo momentos en que añoré la felicidad perdida. Ahora me veo dudando de esa bonanza, mirando con otros ojos mi biografía, toda ella, y descubro perfiles nuevos en las personas que me acompañaban.


Seguramente esta es una frase más del proceso, pero no me gustan muchas las personas que me han acompañado durante tantos años. Veo chantajes, humillaciones, trampas, egoísmo... disfrazados de amor en un carnaval caótico.


Pero nuestra biografía no es una libreta que se relee y luego se cierra. Nuestra historia personal está ahí, no sabemos si es tal y como la recordamos pero no se puede cambiar y lo único que nos queda es la paciencia para dejar pasar el tiempo y ver que pasa con nuestras convicciones de hoy.

miércoles, 2 de enero de 2008

EN LA NUCA NO HAY OJOS (©Ángela Becerra)




La nostalgia es una inflamación del pasado, que va creciendo cuanto más vacío sentimos el presente. Es el boomerang mental que lanzamos a un ayer sublimado en lo bueno y despojado de cualquier mediocridad que en su momento hubiera existido.
A nivel personal, la evocación de nuestro mejor pasado nos sirve para revivir, detenernos y flotar sobre aguas conocidas, pero poco nos ayuda a avanzar por esta corriente continua que es la vida, porque todo pasado, sin excepción, es el resultado de una infinita combinación de momentos, personas, razones, sentimientos e intereses irrepetibles, que jamás volverán.
Es fantástico poder mirar hacia atrás y rememorar un buen pasado. Sabiendo que lo único que nos queda es el ahora y un posiblemente largo y desconocido futuro, que sin la menor duda se desarrollará entre circunstancias, sentimientos, intereses y razones que no coincidirán con los que configuraron nuestro mejor ayer.

sábado, 22 de diciembre de 2007

CAMPANADAS


No supimos apagar la tele a tiempo y, como siempre, como todo el país, recibimos el año de la mano de un presentador de moda que nos explicaba algo tan sencillo como el funcionamiento de un campanario.

Y, pronto, de nuevo, escucharemos atentamente las instrucciones del locutor o la locutora en cuestión. Con cierta indulgencia a su consabida inutilidad soportaremos como nos explican la diferencia entre los cuartos y las campanadas que marcan el paso del un año a otro.

Y ya está, se acabó lo que se daba. Lo importante son las campanadas. Los otros trescientos sesenta y cuatro días, veintitres horas y 59 minutos pasan volando.

EL PUTO CHINO



En el recibidor de la casa de mis padres había una lámpara horrible : un viejo chino de alabastro grisáceo que sostenía en su cabeza una pantalla de pergamino ocre. Su vejez, las largas barbas y la túnica le daban un aspecto tan exageradamente débil que una se preguntaba cómo podía aguantar día tras día el peso de la luz en su cabeza.
La primera vez que mi cuñado entró en casa no pudo dejar de decir:
- Mira que es feo el puto chino.
La broma duró muchos años. De vez en cuando mi cuñado me preguntaba si todavía vivía el chino, si mi madre aún no le había dado
pasaporte. Cuando yo intentaba hacerle entender que a mi madre el chino le gustaba, que esa era su idea de decoración elegante, él exclamaba:
-¡Pero si es muy feo, el puto chino!

Su mujer intentaba que no insistiera, preocupada por si los comentarios de Pepe me pudieran molestar. Pero yo me lo pasaba en grande oyéndolo insultar al puto chino.

Muchos años después, en una de mis visitas rutinarias a casa de mis padres, al abrir la puerta eché de menos la lámpara. Le pregunté a mi madre y me dijo que , para su disgusto, se había roto por un golpe de aspiradora. Los pedazos eran tantos que no había quedado más remedio que tirarlo a la basura.
Poco después un horrible jarrón de alabastro rosado ocupaba el rincón que antes ocupara la lámpara. Orgullosa mi madre me lo enseñó preguntándome que me parecían tanto el jarrón como su pedestal y las flores artificiales.
-No está mal, le dije. Pero donde esté el puto chino…